Desde pequeñita me ha gustado mucho el tema de la espiritualidad, siempre he creído en que había algo más allá de lo que podemos ver.

En lo primero que me formé fue en Tarot y reiki, he de confesarte que siempre lo he tenido escondido hacia la gente de calle, por miedo a que se burlaran de mí, por ciertas vivencias o por evitar situaciones incómodas.

Lo practicaba con gente muy cercana como amistades o en mi propia casa.

Mi vida no ha sido un camino de rosas, aunque me haya levantado mil veces, una de las cosas que la marco para siempre fue la muerte de mi padre cuando yo tenía 18 años, desde entonces comencé a cuestionarme el porqué de la muerte, que hay más allá, porque a él… A raíz de este suceso, tanto mis hermanos como yo hicimos una piña con mi madre, trabajábamos juntos en un negocio familiar, pero después de 10 años, tuvimos que desprendernos de este negocio, ya que algunos bloqueos nos impedían avanzar. 

Me casé, tengo dos mellizos de los cuales estoy orgullosa de ello. Cuando mis peques tenían 7 años otra dura noticia llego a casa. A uno de ellos le diagnosticaron diabetes tipo 1. Esto para mí fue un gran palo del que me obsesione buscando una solución, tanto fue esa obsesión que no me daba cuenta de que me estaba consumiendo a mí misma sabiendo que en realidad no tenía solución. Lo que más me sorprendió de todo fue la fortaleza de mi hijo y la forma en la que él la acepto me hizo cambiar esa visión obsesiva que tenía por acoger a la enfermedad como un miembro más de la familia y convivir con ella, tanto fue así que la llamamos la “pepa”.